John Maynard Keynes, fue un economista político con gran visión, se le considera el gran arquitecto de la macroeconomía mundial posterior a la segunda guerra mundial, Keynes creía en la capacidad de los gobiernos para resolver algunos de los mayores males generados por el capitalismo. Keynes creía que la corrupción, las políticas viscerales, y la miopía causaban las malas gestiones económicas y la debacle del progreso.
Para Keynes, la economía era la herramienta para lograr la seguridad económica para todos. Estudió en Eton y en la Universidad de Cambridge, tenía una gran amplitud de intereses artísticos y literarios y mantuvo amistad con muchos de los artistas e intelectuales más brillantes del siglo 20. La obra más importante de Keynes, de 1936, “The general theory of employment interest and money”, en la que propuso reconsiderar las causas del desempleo, para dar nuevas soluciones a este gravísimo problema de la década de 1930 y del capitalismo en general. Pero su libro precursor, de 1930, el Tratado sobre el dinero, es a menudo considerada como más importante para el pensamiento económico. Hasta entonces, la ciencia económica analizaba sólo condiciones estáticas, esencialmente estudiando en detalle una instantánea de un proceso en rápido movimiento. En su Tratado, Keynes creó un enfoque dinámico que convirtió la ciencia económica en un estudio del flujo de ingresos y gastos, y abrió nuevas perspectivas para el análisis económico.
Antes de Keynes la economía clásica, basaba las razones del desempleo en tres pilares: primero, cuando se trasladan puestos de trabajo, se crean y destruyen puestos por decisiones de la empresa; segundo, cuando los individuos optan por no trabajar, al recibir alguna forma de subsidio; y en tercer lugar, y lo más interesante, cuando los salarios son más altos que lo que los empleadores pueden permitirse.
Por ello, la economía clásica propone un mercado libre para corregir ese último supuesto, de forma automática, ya que la oferta de trabajo y la demanda de trabajo generarán espontáneamente un equilibrio. Llegando a asegurar que podría acercarse al pleno empleo. Pero bajo este mismo supuesto se asegura que si una fuerza externa actúa sobre el mercado, por ejemplo, si los gobiernos establecen un salario mínimo que infla artificialmente los salarios; o si los sindicatos influyen a los trabajadores para negarse a aceptar salarios más bajos en condiciones de un mercado en retroceso, no habrá equilibrio.
Keynes se opuso a esta teoría clásica. En su análisis acerca de la década de 1930, con 3 millones de parados en Reino Unido y 15 millones en los Estados Unidos de América. Estos números eran demasiado grandes para las explicaciones clásicas. Tampoco los sindicatos tuvieron poder durante los años de la Gran depresión. Por ello, Keynes enfoca su teoría en el verdadero problema del desempleo: la ausencia de demanda. Esta hipótesis se convirtió en la pieza clave de las teorías de Keynes.
La teoría económica clásica, había asumido que la demanda de bienes volvería por sí misma, una vez que los salarios y las necesidades de mano de obra se hubieran igualado. Pero Keynes declaró que este proceso podría tardar demasiado tiempo y que era insuficiente que los economistas y políticos aconsejaran a la gente a aceptar tal sufrimiento en el corto y mediano plazo, con la suposición de que al final de la tormenta volvería la calma.
En sentido completamente inverso, Keynes propuso la pronta intervención del gobierno en la economía para romper el ciclo de la depresión económica y restaurar la prosperidad lo antes posible.
La receta tradicional ante la recesión económica, había sido que los gobiernos apoyaban al sector alimentario en busca de un impulso económico, crecimiento y empleo. Por ejemplo, si se reducían las tasas de interés, los ahorradores irían a invertir su dinero, hacia las las empresas existentes, o de nueva creación.
Sin embargo, Keynes deja claro que cuando la demanda es tan baja dejaba de tener sentido el suministro de bienes, por tanto, las recetas tradicionales no funcionarán. Keynes apela a la intervención del Estado para crear una demanda y generar un gran presupuesto de déficit, con el fin de crear puestos de trabajo. En la práctica, esto podría hacerse mediante el aumento de préstamos y utilizando este dinero para financiar grandes obras públicas que podrían ejecutarse con relativa rapidez. Podría tratarse de la construcción de carreteras o vías férreas o la inversión en otras infraestructuras, que no solo redundara en generar puestos de trabajo, sino que también dejarían un legado útil para la empresa privada.
Para Keynes, los gobiernos deben ser el principal comprador de la tierra, los principales creadores de las fuentes de demanda, hasta que la demanda externa vuelva.
Keynes criticó fuertemente el impulso inmediato de los gobiernos a solo controlar el gasto. Los recortes en el gasto, cuando una economía está en declive, siempre empeorará el problema que está destinado a resolver.
Para pagar los préstamos generados, Keynes desarrolla su teoría del "efecto multiplicador". Inicialmente, mediante la creación de empleo por las obras públicas, el gobierno ahorrará parte del dinero destinado a prestaciones por desempleo. En segundo lugar, el aumento de personas empleadas creará un consumo adicional de energía, y por lo tanto impulsará la economía y se recaudarán más impuestos. Además, de forma indirecta, las empresas verán más oportunidades para dar servicio a los programas de Obras Públicas. Todo ello redundará en el aumento de los ingresos fiscales de las empresas, y comenzará nuevamente el ciclo de prosperidad anhelado. Esta recaudación en aumento, finalmente, ayudará a pagar la deuda creada por el gasto inicial. A esto lo llamó el efecto multiplicador.
Keynes, partició en la delegación británica de la Conferencia de Bretton Woods, celebrada en los Estados Unidos, donde se reunieron las naciones aliadas para elaborar la política económica de la posguerra. Keynes no sólo creía que los gobiernos nacionales pudieran gestionar con éxito las economías, creía también, que era posible un sistema global de organización económica. Keynes sostuvo que, a los efectos de comercio mundial, los países deberían suscribirse a la creación de una nueva unidad de cuenta internacional estándar: el Bancor. Requeriría transitar a través de un complejo sistema de contabilidad, para adoptar la pseudomoneda. Ésta permitiría una organización reconocida internacionalmente para imponer multas a los países, con el fin de disuadirlos de grandes déficits o grandes excedentes comerciales. Este sistema podría ayudar a suavizar los picos y valles del comercio internacional y, no por casualidad, beneficiaría a países que como Gran Bretaña tenían bajas reservas de oro, debido al coste de la guerra. Fue una idea brillante e interesada pero que, en última instancia, no se produjo, por falta de interés de países con excedentes en ese momento, como Estados Unidos.
No obstante, otras propuestas de Keynes, como el establecimiento del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para supervisar y fomentar el comercio mundial, fueron aceptadas, y han perfilado al mundo contemporáneo.
Estas instituciones son el testimonio de la creencia de Keynes de que la planificación económica nacional y supranacional son necesarias y posibles.
Los siguientes 30 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial vieron extenderse las políticas keynesianas por todo el mundo capitalista. En esta época la economía subió y disminuyó al máximo el desempleo, coincidiendo con niveles récord de crecimiento económico. Las ideas de Keynes se convierten en la nueva ortodoxia y fueron particularmente atractivas para la izquierda política.
Alrededor de 1970 sin embargo, en países como Estados Unidos y Reino Unido nuevos teorías fueron ganando terreno, dando paso a la especulación de bienes raíces, al mercado libre y a la reducción de la regulación de la empresa capitalista, las ideas de Keynes fueron desacreditadas, dando paso al neoliberalismo. Más, durante la crisis financiera del 2008 fue necesario reconsiderar las alternativas keynesianas ya que el neoliberalismo mostró sus terribles consecuencias, con una economía mundial en decadencia. Sin esperar a que el mercado corrigiera por sí mismo a la economía, las naciones del G20 anunciaron un paquete de estímulo económico de alrededor del 2% del producto interior bruto para estimular el crecimiento. Las ideas de Keynes deben adaptarse a las condiciones del mundo contemporáneo, pero han demostrado su plena vigencia. El keynesianismo ha derivado en algo que ahora se conoce como neokeynesianismo, adaptación de los postulados de Keynes en el contexto actual. Prueba de ello es que prestigiosos economistas trabajan hoy día en esta línea, entre ellos el economista Paul Krugman, galardonado con el Premio Nobel de Economía en 2008.
Aunque Keynes murió hace más de medio siglo, su diagnóstico de las recesiones y depresiones sigue siendo la base de la macroeconomía moderna. Keynes escribió, ‘Los hombres prácticos, que se creen libres de toda influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto’.
Adrián Saúl Sánchez Garda.
Fuentes consultadas:
Paul Mattick. Marx y Keynes. Los límites de la economía mixta. Ed. Era. México, 2009. 204 pp.
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